Cuando suenan las primeras notas del archiconocido «In The Mood«, todos pensamos en Glenn Miller y su orquesta, pero muchos no conocen a la persona que soplaba el saxofón en este icónico tema y en otras famosas piezas de la historia del Jazz: se trata de Joseph Garland, un compositor y arreglista cuya carrera repasamos hoy en nuestro blog.
Garland nació en 1903 en la localidad de Norfolk, en el estado de Virginia: comenzó a estudiar en la la Universidad de Shaw y en el Conservatorio Aeolian , compaginando la interpretación de la música clásica con su incorporación en 1924 a una banda de jazz, los Seminole Syncopators de Graham Jackson.
Tras un lustro colaborando con ilustres nombres del jazz de la época como Elmer Snowden, Joe Steele, Henri Saparo, Leon Abbey, Charlie Skeete, Jelly Roll Morton y Bobby Neal, Joe se consagró como músico de sección y arreglista en varias formaciones, incluyendo tres años como director musical del mismísimo Louis Armstrong (de 1939 a 1942).
Después de seguir trabajando con varias formaciones, regresó junto a Armstrong en 1945, hasta llegar a un punto de retiro del primer plano musical a partir de 1950. Durante aquellos años, dirigió a pequeñas orquestas y hasta a una Big Band.
Apenas existe documentación sobre los siguientes años de Garland, hasta que nos dejó un 21 de abril de 1977 en Teaneck, Nueva Jersey. A pesar de que su biografía no da para mucho más, aquellos años en activo fueron suficientes para legar al mundo del jazz una anécdota especialmente curiosa.

El mencionado «In the Mood» es un tema de 1939 atribuido al propio Glenn Miller, pero su arreglo original data de 1938, bajo la denominación de «Tar Paper Stomp«, y se lo debemos a la Orquesta de Edgar Hayes; lo que hizo Miller, junto a Andy Razaf y a Joe Garland, fue lavar la cara y maquillar la composición original, y es este arreglo el que ha pasado a la posteridad, y no la creación geniuina del año anterior.
El hecho anecdótico está, precisamente, en el arreglo de Joe Garland sobre «Tar Paper Stomp«: un arreglo demasiado largo para ser incorporado a un formato de grabación a 78 rpm. Lo que sucedió fue que Garland «cedió» a Miller el arreglo, y éste lo acortó hasta convertirlo en la inolvidable secuencia que ha llegado hasta nuestros días.
La repercusión de Garland siempre ha estado marcada por la discreción del trabajo en la sombra; aun así, los grandes de la música no han obviado sus aportaciones, e incluso se puede encontrar un fragmento suyo en el «All you need is love«, de The Beatles.